Con el tiempo aprendimos a no creer en las palabras sino en las actitudes, porque a las primeras las rige la mente y las segundas son el reflejo de la esencia.
Aprendimos, que no es cierto que la primera impresión es la que cuenta, que se necesita mucho más que eso para crear un concepto y ese punto todavía es relativo.
Aprendimos, que no importa lo que digan, si no hacer lo que sentimos.
Aprendimos, que es más fácil levantarse de una caída, que si nos animamos a saltar de una cobardía.
Aprendimos a ser libres, reconociendo nuestros puntos débiles y enfrentandolos sin miedos, antes de que estos nos consuman y nos sequen.
Aprendimos que no es el tiempo el que sana las heridas sino el amor y la compañía.
Aprendimos, que no es cierto que la primera impresión es la que cuenta, que se necesita mucho más que eso para crear un concepto y ese punto todavía es relativo.
Aprendimos, que no importa lo que digan, si no hacer lo que sentimos.
Aprendimos, que es más fácil levantarse de una caída, que si nos animamos a saltar de una cobardía.
Aprendimos a ser libres, reconociendo nuestros puntos débiles y enfrentandolos sin miedos, antes de que estos nos consuman y nos sequen.
Aprendimos que no es el tiempo el que sana las heridas sino el amor y la compañía.