
Hay canciones que llegan tarde. Quizás no es culpa suya, sino que a la persona a la que iban destinadas o el momento que les tocaba alumbrar forman ya parte del pasado, desaparecidos en la gran ciudad. Es por eso que cuando encontramos las palabras, el tono, cierta forma de decir las cosas, siente uno nostalgia de quien, un día, expulsamos de nuestro lado, como si ya hubiesemos encontrado el ungüento para librarnos de la maldición que desde entonces nos persigue.